Vivimos en una sociedad en la que el sentido común brilla por su ausencia. Los vemos en las élites, y lo peor de todo, en los que no lo son; Los unos por mentir, y los otros por defender la mentira. Y es así como lo veo a diario.
Vivo en una ciudad pero soy incapaz de desapegarme de mis pueblos. Estos son la raíz de mi cultura y desde esta ciudad en la que vivo, no puedo abstraerme de su situación. Me replanteo donde viví y donde vivo ahora.
Sin duda, hemos tenido un invierno fantástico de lluvias, y ahora tenemos una primavera que va por el mismo camino. Ni en los mejores sueños imaginamos algo así, tras tantos años de sequía.
Estas lluvias, han dado un balón de oxígeno a la agricultura y ganadería que ya ven con otros ojos el devenir de las próximas cosechas. Contrariamente han servido de combustible para los negacionistas del cambio climático.
Mi madre decía que de donde no hay, no se puede sacar; qué rico es nuestro refranero… Ahora que los pantanos han cargado agua, ya nos olvidamos de lo pasado y levantamos las restricciones para despilfarrar de nuevo.
Comentaba con un vecino, de un pequeño pueblo serrano, sobre como su pueblo se va muriendo, y daba las claves con una precisión milimétrica. Ser medio analfabeto jamás es sinónimo de ser tonto.
Me decía sobre el tema de la sanidad, que con el esfuerzo que les costó tener un servicio médico 24 horas, ahora se lo habían quitado y tenían que desplazarse al pueblo de al lado, eso sí al menos le han dejado la ambulancia para los casos más urgentes. Con lo imprescindible que es para personas mayores este servicio vital.
Asimismo la caja de ahorros, único banco del pueblo, había decidido cerrar la sede, pero eso sí. Le habían dejado un cajero para poder disponer de su dinero- Los habitantes de los pueblos envejecen, (y de las ciudades claro está) y cada vez más tengo el presentimiento de que los estamos abandonando.
Migajas, es lo que van dejando para los ciudadanos de esos pueblos y ojo; parece que encima hay que dar las gracias.
No podemos quitarle el derecho a ningún ciudadano y menos a quien con su esfuerzo han levantado este país para que nosotros “disfrutemos” de todo lo que tenemos. No hay excusa posible. Los pueblos son fundamentales para el mantenimiento de los territorios y deben de disponer de servicios públicos y de calidad. Es cuestión de dignidad.
Con este panorama, la juventud piensa que (igual que hicieron mis padres hace muchísimos años) en la ciudad tendrán más oportunidades de una vida mejor y se van a emprender una nueva vida. En el fondo los están echando.
Olvidamos que el mundo rural es imprescindible para nuestra vida. La carne y la verdura no nacen en cajas de plástico de supermercado. Si no hay mundo rural, no hay comida y si no hay comida no sobrevivimos. ¿Tan difícil es de entender esto?
Los pueblos se van muriendo y las ciudades se van repoblando. Tanto lo uno como lo otro son un desastre; Las grandes ciudades no son la tierra prometida.
Parece que el mundo se ha vuelto loco. Oímos a la clase política mentir con un descaro impresionante, sabiendo que lo están haciendo y les da igual, ni tan siquiera se les ve un atisbo de vergüenza.
Mientras esto escribo, pienso cómo hacer para enlazar una idea detrás de otra, ya que voy saltando de rama en rama y de flor en flor, tal y como hace la sociedad actual en la cual vivo y por qué no, una reivindicación del refranero tan exquisito que tenemos.
19 de abril de 2025 a las 09:12h
Artículo en Savia Rural en La Voz del Sur